Narra
Ainhoa
(Unos
días después)
Estación
de Atocha, cinco de la madrugada. Yo y Pablo esperábamos el AVE
rumbo a Málaga cuando fuimos sorprendidos por mis padres, que
hicieron una escala en Madrid para entrar en el AVE rumbo a
Barcelona. Fue un encuentro tan rápido que solo tuvimos tiempo para
saludarnos, desear una buenas festividades y rumbar al tren, que en
cinco minutos se marchaba para la ciudad andaluza que más admiro,
Málaga, la bella.
Es
el primer año que paso mis festividades favoritas sin mi familia, es
decir, sin estar en León, en la casa de mis padres, manteniendo las
tradiciones que desde que tengo memoria siempre las hizo. El año
pasado he pasado las festividades horribles, ni quiero recordar lo
cuanto sufrí porque en esa época los dos estábamos separados por
una tontería.
Pero
el pasado es pasado, y este año tengo la sensación que voy a pasar
las festividades de una manera genial. Si tengo a Pablo, ya tengo el
motivo perfecto para decir que voy a pasar genial.
Todo
estaba siendo especial y cuando escucho a Elena decir que yo tengo la
cocina solo para mí por unas horas para hacer esa tan famosa torta
que hago secretamente, me quedé boquiabierta. Yo paso a explicar,
según Casilda, la cocina es la parte de la casa que está
“oficialmente declarada” como el rincón de Elena y nadie se
apodera solo de esta parte tan especial para ella. Ni Casilda que es
su hija... y eso me deja así un poco sin gracia, que soy simplemente
la novia de su hijo y que, además, tenía más motivos para no
hacerlo ya que primeramente se sucedió aquello que ya lo sabéis.
-
Elena, yo no...
-
Es toda tuya, Ainhoa... - me interrumpe – Yo estoy curiosa para
saber qué de especial tiene esa torta de Navidad...
-
… pero es su cocina...
-
Mi cocina, no... la cocina de la casa... pero, de hecho, es la parte
dónde paso mucho tiempo, pero no me molesta nada dejarla un poco...
por veces es bueno...
-
Así me quedo sin gracia..
-
No te intimides, mujer! Si me gustar la torta, yo quiero la receta,
eh!
-
Bueno, eso ya es un poco complicado...
-
Cómo has aprendido la receta?
-
Es una receta de familia... mi bisabuela cuando era viva me la ha
enseñado... soy de las pocas mujeres de la familia que lo sabe y
dicen que soy la que mejor confeciona... pero eso es relativo...
-
Si es una receta de familia, es cierto que la torta es maravillosa!
Extrañaba
tanta simpatia por la parte de Elena. Me ha pasado por la cabeza de
que ella iba a dejarme la cocina solo para mí a ver si me espiaba
para copiar la receta, pero creo que esto ya es más un exagero que
otra cosa, no me lo creo que ella sea capaz de hacer algo así.
Me
cerré en la cocina en la madrugada del 24 de deciembre, cómo hago
todos los años, enciendo el horno mientras preparo la torta, de las
pocas que sé hacer sin medidas. Mi “ojometro” es de lo mejor y
no falla nunca en las cantidades.
Pensando
que sería Elena a espiarme cuando, de hecho, era Pablo quién estaba
mirando discretamente a la puerta que tiene un poco de cristal que se
ve para dentro. Me divertía con esta escena, lo sé que él no
cocina y para qué está haciéndose de espía?
También
no estaba muy preocupada, el secreto está en mi “ojometro” y no
en la manera cómo mezclo los ingredientes, en menos de una hora ya
estaba poniendo la suspuesta torta al horno, con la forma de un
piñero, igual a cómo aprendí a los siete años.
Solo
me enteré de que era Navidad cuando el olor a canela comienza a
sentirse en toda la cocina, el aroma que yo considero ser el aroma de
estas festividades. Sentada frente al horno, siempre de la misma,
aquel “déjá-vu” era siempre alucionante, ver la torta crecer y
quitarla del horno en el momento exacto.
Quito
la torta, caliente, muy caliente, en un movimiento alucionante, la
pong sobre la mesa y estaba perfecta. Justo en ese momento entra
Pablo, que parecía un niño pequeño viendo aquella cosita:
-
Madre mía, esto huele tan bien que me quedo aquí por unos largos
minutos...
-
No, no... aún me arriesgo a tener la torta comida por tí antes del
tiempo y eso no puede sucederse...
-
Yo ya estoy comiendo con los ojos...
-
… y aún no está terminada... - recojo la manga pastelera, la
lleno con crema hecha también por mi y escribo “Feliz Navidad”.
-
Hum... qué aroma tan bueno, por Dios! - llega Casilda y se acerca a
la torta – Yo la comia ahora mismo, que está con una pinta
estupenda...
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