Narra
Pablo
Entrevistas
tras entrevistas, con pasajes por el estudio y por la discográfica,
el tiempo para relajar era poco y todavía era menos por que los
horarios de Ainhoa no coincidían con los míos. Poco tiempo para
verla, quedan simplemente tres días para empezar la gira y es cierto
que ahí el estrés vaya ser más que mucho y el tiempo vaya ser
aprovechado hasta el último minuto.
En
todas las entrevistas tuve que hablar indirectamente de ella, en las
redes sociales siempre hay mensajes y conversaciones que hablan de lo
mismo: al final quién es esa chica? De eso es cierto que no revelo
nada y ya lo sé que los periodistas andan como perros buscando un
hueso atrás de mí, a ver si me pillan con Ainhoa, pero nuestras
estrategias de escaparnos a las cameras son dignas de ladrones de las
películas escapándose a la policía y hasta ahora no nos pillaran.
Comienzan
a hacerse las maletas, a rever los últimos detalles y cuando nos
damos cuenta pasas un día entero así. Llego a casa más cansado que
nunca y pensaba yo que iba a encontrar Ainhoa en la cocina haciendo
la cena como siempre se sucede cuando llego a estas horas.
La
cocina estaba vacía así como las demás partes de la casa. Es
extraño, cuando ella llega a casa más tarde que la costumbre,
siempre me avisa y en esta vez no me ha dicho nada. Bueno, quizás se
fue al supermercado o algo así, pronto llegará, seguro. Una ducha
para relajar, ropa más suelta que nunca, el reloj vaya avanzando y
ni tan sola una señal de Ainhoa. Recojo el móvil, intento llamarla,
ni tan solo un “bip”, su móvil está apagado. Llega la
preocupación, intento más que una vez y siempre termino en lo
mismo: en nada.
Me
voy hacía el portero del edificio, que estaba limpiando los
cristales de la puerta principal:
-
Has visto a Ainhoa salir?
-
Sí... salió de aquí corriendo, bajó las escaleras hacía el
garaje a una velocidad increíble... me parecía afligida...
-
Y salió hace mucho tiempo?
-
Unas dos horas, más o menos...
-
Vale, gracias...
Si
salió corriendo y afligida, cosa buena no es por cierto y ya
empezaba a desesperar por no tener noticias de ella. Por mucho que
intentase llamarla, la misma forma de terminar mis intentos me ponía
con los nervios y me interrogaba dónde se fue Ainhoa y lo que ha
pasado para que ni a una sola llamada me conteste.
Hace
dos horas atrás – Narra Ainhoa
-
Me voy ahora mismo... - recojo mi bolso a alta velocidad, cierro la
puerta, bajo las escaleras como si estuviese en un maratón, bajo
planta tras plantas y por fin llego al garaje.
Ya
no estaba a 100%, me enfado por no encontrar las llaves del coche en
mi bolso y pasados unos segundos me recuerdo que las tenía en el
bolsillo de mis pantalones. Pongo en marcha el coche, entré en
desespero pero no podía dejar esto pasar. Me necesitaban y costase
lo que costase tenía que ayudar sino no me quedaría nada bien por
saber que podía hacer algo y no lo hizo.
Quince
minutos en las calles, aparco el coche de cualquier manera frente al
portón, lo abro por el llavero que poca gente lo sabe dónde está,
corro subiendo las escaleras, abro la puerta y ya estaban
desesperando, no sabiendo lo que hacer.
-
Qué está pasando, por Dios? - pregunto muy afligida.
-
Ella necesita de irse al hospital... pero no podemos hacerlo...
-
Cómo no?
-
Tenemos que pagar de nuestro dinero... pero no tenemos lo
suficiente...
-
No puede ser... ella necesita de cuidados de un hospital por que no
lo sabemos que está pasando!
-
Eso lo sabemos...
La
miro, su estado me dejó con el corazón apretado, entré en
desespero y por mucho que intentase hacer algo para mejorar, nada
cambiaba.
-
Llamad la ambulancia... y no os preocupéis que alguien vaya pagar...
-
María, llama la ambulancia! - gritan.
No
sé para dónde se fueron mis fuerzas, pero lo que estoy cierta es
que mis lagrimas caían, me dolía verla así, con la cara más
blanca que nunca, ojos casi cerrados por completo y sin fuerza.
-
Madre mía, pero esta pura ambulancia no llega?? - grito de
desespero.
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