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martes, 16 de septiembre de 2014

102. Querida vida...

Narra Ainhoa
Una noche de puro insomio. Las cuatro de la mañana que marcaba el reloj parecían la eternidad de las pura eternidades. Estar acostada en la cama ya era puro aburrimiento, como no soy un persona de quedarse parada por largas horas, salgo de la cama, mismo en pijama y en el salón busco algo con que entretenerme. En la tele nada es interesante, la estantería de los libros ya no tiene libros nuevos para leer, ya los he leído a todos. Me aburro.
Me aburro, me voy hacía el balcón. Madrid seguía durmiendo tranquilamente, bajo la luna, la oscuridad, las luces de las calles y yo me sentía la única persona despierta en toda la ciudad. Aquel paisaje lo conocía muy bien, pero en aquella vez parecía contarme una historia hermosa.
Se hacían reflexiones de la vida, un relatorio de todo que ha sucedido y una conclusión se extendía en el aire nocturno. Embacara en un largo viaje de dos años de emociones muy grandes, de cambios que jamás me pasaban por la cabeza que iban a sucederse tan juntos, de una forma tan intensa. Daba gracias a la vida y cómo no podía agradecerle tocando el piano, que fue lo que siempre hizo, las palabras han asumido ese puesto.
Querida vida...
En esta bonita noche fría de Enero, que no lluve, por fin, te escribo porque me lo creo que en este momento las palabras son más poderosas que mil canciones tocadas en el piano, que mil movimientos hechas en esas teclas que emiten sonidos hermosos.
Tengo mucho que agradecerte: en tan solo dos años he visto mi vida dar dos giros de 360 grados, giros esos que nunca estuvieron en mis planos para la vida y para el futuro. Soy jóven, pero ya he pasado por tantas situaciones que ya tengo una larga historia para contar a todo el mundo.
No puedo dormir y no es por falta de compañía. Eso yo ya tengo, mejor de la que deseaba hace dos años, compañía esa que no lo sé como describirla. La compañía de esa persona tan especial... vida, primeramente te odiaba por haber puesto esto en mi camino y ahora me pongo a tus pies para agradecerte, en una veneración constante.
Mis ojos brillan, mi corazón arde en un fuego al compás de un sentimiento que ya tuve un miedo tremendo, mis manos y mis piernas se parecen a un terremoto, temblan, al pensar lo cuanto afortunada fui y soy hoy mismo.
Por fin encontré esa tal de “media naranja” que todo el mundo busca. No sé si este es el termo más correcto, ya que para mí es una naranja entera. Es la mitad en palabras, pero el todo en la realidad.
Estas cuatro paredes que me acogieron, este suelo que se ya quedado disponible para que sea pisado por mis pasos, ya fue testigo de las muchas alegrías que vivo y lo sé... lo sé que seguirá testificando y en esta vez afirmo en plenos pulmones llenos de aire que estoy cierta. En esta vez no me equivoco y lo sabes.
Sabes ese nombre que me pone con la sangre corriendo a una velocidad estruendosa? Lo sabes? Esas cinco letritas que juntas generan un nombre? Fíjate en eso, que ese nombre es el motivo de mi felicidad plena. Le conozco mejor que yo misma y no estoy exagerando. Eso es bonito, no es verdad?
Anda, que me siento una niña pequeñita en este mundo lleno de bonitas colores, de cieloz azules y jardines más verdes que en una bonita mañana de primavera. Soy feliz! Ahora tú, vida, vienes y me dices: ya no tienes edad para ser una niña.
Sabes lo que te respondo? Siempre fuimos, somos y seremos unos eternos niños y te lo afirmo que es el amor puro, el buen amor, que nos hace sentir así, tan indefensos y al mismo tiempo, nos sentimos capaces de conquistar este mundo y más allá.
Y porque los niños se creen que los ángeles existen y protegen, te lo pido, jamás quites los ángeles al rededor de él. Quiero que esté protegido y quiero que los ángeles no me lo quiten de mi vida jamás. Déjame que viva bonitos sueños, que vengan más discusiones, no me importa, pero que siempre estemos juntos, uno segurando la mano del otro, compartindo el mismo camino, la misma mesa, la misma cama, hasta aquello que dicen ser de una sola persona, vale?
Me quedaría escribiendo hasta el sol amanecer, hasta quedarme sin agua en el cuerpo de tanto soltar lagrimas de gratidón, de amor, de emoción, pero no puedo dejar el amor solo, durmiendo como un auténtico ángel, que es eso que es. Fíjate: no puedo, no me aguanto.
Creo que es la primera vez que te escribo, querida vida, pero me sentí tan bien al hacerlo, tan realizada, que me lo creo que pronto te escribiré de nuevo. Para que lo sepas, en todas esas veces te voy a hablar del amor, perdona ser pesada.
Ese amor que tiene cuatro letras, se llama Pablo, que tiene cinco. Yo, que amo ese amor de nombre Pablo, Ainhoa, mi nombre, tiene seis letras y sincero, que tiene siete, es la característica del amor en el conjunto de las tres palabras anteriores.
Gracias... de corazón....

(Nos vemos en la próxima temporada... no es un “adiós”, pero sí un “hasta pronto”)

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