Narra
Ainhoa
Se
abre la puerta y el destino decidió hacerme sentir como una tonta...
el porqué? Es muy sencilla la razón: estaba pensando en Pablo,
alguien golpea la puerta, yo la abro y hacía mi, en carne y hueso...
allí estaba él.
Era
euforia, emoción, felicidad y amor que sentí cuando le vi justo
hacía mi, cara a cara, su sonrisa, la luz más bonita que puedo ver
en cada día de mi vida. Descargué todo esto en un beso tierno y un
abrazo sin fin, los dos, en el pasillo del hotel, sin molestarnos con
quién estaba pasando y lo que estarían pensando.
-
Eres la persona más malvada que conocí en toda mi vida! - le
susurro sonriendo como hace días no lo hacía.
-
Yo lo sé... pero yo sé que te gusta...
-
No lo sé como has hecho todo esto... tu no debes tener todas las
neuronas trabajando normalmente... has visto bien lo que has dicho?
-
Estás hablando de la entrevista? Yo voy a repetir lo mismo todas las
veces que serán necesarias...
Respiraba
profundamente para contenerlas, pero nada las impidió de salir y
bajar por mi cara. Las lagrimas derramadas por aquella bonita
respuesta, por aquella voz que ha regalado las más bonitas palabras
del mundo, lagrimas de emoción, de alegría, palabras que me
hicieron sentir la persona más especial de este mundo.
Ya
dentro de la habitación, nos sentamos en el sofá viendo lo que
restaba de la entrevista y no es que después de la respuesta “nueva”
de Pablo, ha salido otra pregunta en que su respuesta que me ha
puesto sin saber lo que decir?
-
Cuando estás con la persona ideal a tu lado, estás feliz y yo no
soy excepción... estoy muy bien...
Aquellas
ganas de abrazarlo y besalo sin parar se hacían sentir en todos los
costados dentro de mí, parecía una llorona frente aquella
televisión y Pablo acariciaba mi pelo, me sentía totalmente
especial.
Narra
Pablo
Venice
Beach (Playa Venice): la primera visita en Los Ángeles. Un paseo
marítimo maravilloso y una playa que es considerada la mejor en toda
la California y las mejores de los Estados Unidos.
El
día estaba maravilloso y estaba pidiendo unas horas pasadas junto a
la playa, salir los dos, bien juntitos, compensando los días en que
estuvimos lejos uno del otro. Un almuerzo bien romántico con la
mejor vista para la playa, comida de la buena y una tarde con una
caminada por la playa, por entre abrazos y besos, caminando por la
bonita arena clara y recibiendo en los pies las olas del océano
Pacífico, agua más fría que las del mar mediterráneo de mi
querida Málaga.
-
Nos quedamos con el agua por los pies? - me pregunta.
-
Nos mojamos por completo?
-
Por supuesto! Quién moja los pies también moja la cabeza!
Y
ella en un movimiento voraz quita su vestido amarillo y aquel cuerpo
de piel morena relucía un bikini verde que me ha dejado unos claros
segundos contemplado aquella belleza de chica.
Quito
mi camiseta, la dejo en la arena, le doy la mano y en una pequeña
corrida entramos en el agua hechos unos locos. Por unos largos
minutos me sentía adolescente de nuevo, parecía que todavía tenía
unos 16 años o algo así. Aquella sensación de auténtica libertad
cuando hacías estas locuras con tus amigos, sentí lo mismo ahora y
solo quería parar el tiempo, parar todos los relojes del mundo para
que esto momento no acabase nunca.
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