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martes, 12 de agosto de 2014

66. Versos descubiertos

Narra Pablo
Ainhoa contemplaba aquella hoja como si tratara de la cosa más rara del mundo, del diamante más caro y más raro en todo en planeta, como si fuera la última hoja existente en el universo. Empezó a leer cada verso que había escrito en aquella noche en que hicimos aquella tonta, pero tan bonita apuesta, en que yo la acompañé hacía el apartamento. Ella os leía con la mayor atención que alguien puede dar, os leía para su interior y aquellos dos ojos se llenaban del brillo de las lagrimas, preparadas para caer sobre su cara de piel perfecta y bien cuidada, sobre la cara que me enamoró desde el primer segundo que le he visto.
- Y ahora qué voy a decirte?
- No lo sé...
- Esto está.... está... está maravilloso, joder! Yo te inspiro a punto de escribir canciones?
- A punto de escribir canciones y mucho más... - cerqué su cintura con mis brazos, la puso bien cerca de mí y su cuello fue el primer destino de mis besos.
- Entonces es así que quieres enseñarme el estudio? - me besa sin parar.
- Más o menos...
- O es o no lo es, Pablo... bueno, en primer lugar hace mucho calor aquí, segundo... si es cercando mi cintura que quieres enseñarme todo esto te lo digo que... no estamos en una buena hora, vale?
- Pero a qué tipo de calor te estás refiriendo? - le pregunto bromando.
- … al calor que hace aquí... altas temperaturas... no es calor que estás pensando ahora mismo, señor Moreno!
- Y qué calor estoy yo pensando? - hago cara de inocente.
- Tu lo sabes muy bien... del tipo de la canción “Éxtasis”, sabes?
- No estoy viendo... - y así empezamos un juego de bromas sin parar.
- Entonces tendrás que comprar una gafas para que veas mejor eso calor...
- Creo que ni con las gafas voy a verlo...
- Quizás no, pero no te quedarían nada mal unas gafas del tipo científico loco...
- Hay un problema... yo no soy científico, soy cantante...
- No eres científico pero eres un loco, de eso no lo dudes...
- Yo soy un loco? - la agarro de nuevo – Dime quién es el loco ahora, dímelo...
- Te crees que agarrándome por la cintura me intimidas, eh? El loco eres tu, tu mismísimo!
- Muy bien... sabes, yo estaba aquí pensando comerte a besos, pero al final no voy a hacerlo...
- En serio? Porqué?
- Yo no lo hago porque enseguida te devoraría y yo prefiero degustar a poco y poco cada uno de tus besos y cada segundo que estoy contigo...
- No está mal... entonces puedo pedirte una cosa medio atrevida?
- Qué vaya salir de esa boca preciosa?
Me miró en los ojos, dibuja una sonrisa disfrazada, puso sus brazos al rededor de mi cuelo y haz aquella carita de niña pequeña cuando quiere pedir algo a su madre.
- Entonces me dejas que sea yo a comerte con un montón de besos?

Narra Ainhoa
- Puedes devorarme si quieres... - justo la respuesta que quería escuchar! Lo que él no lo sabe es la broma que ahora vaya salir...
- Así me gusta... pero ahora no, que tengo aquí las guitarras y el piano mirándonos y a mi no me gusta..
Qué cara más graciosa hizo Pablo cuando le he dicho que no sería ahora! Suelto unas fuertes carcajadas y él terminó riéndose también, parecíamos dos niños pequeños, riéndonos de nuestras proprias reacciones, sin ningún complejo, sin molestarnos si las carcajadas se escuchaban en toda la casa o no, simplemente embarcamos en aquella marea tan graciosa de risas mientras Pablo empezó a enseñarme todo aquel pequeño y precioso estudio. Por entre las guitarras, el piano, los sistemas de sonido y más un océano de otras cosas, entre ellas cuadernos en que sus hojas demostraban versos de canciones que eran preciosos y llenos de arte, hojas sueltas juntas en una pequeña montaña, aquella parte de la casa era seguramente el lugar con más arte y inspiración de todos.
Aquellas cuatro paredes, el suelo gris y aquel sofá blanco tenían seguramente muchísimas historias para contar, al final muchos de los sucesos de Pablo han sido creados aquí, quizás muchas alegrías y muchas tristezas han asistido.
Es como mi madre siempre me ha dicho desde pequeña: podemos gustar muchísimo de nuestra casa, pero siempre hay aquella parte en que para nosotros es más especial, dónde pasamos mucha parte de nuestro tiempo y dónde ahogamos las lagrimas y gritamos las alegrías. La mía era mi habitación, la de Pablo es este estudio precioso, un encanto.

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