Narra
Pablo
Abro
los ojos, estaba tan lleno de sueno que volví a cerrarlos, pero no
me quedé dormido. Como siempre lo hago todas las veces que me
despierto, muevo una de mis piernas a ver si toca en alguna de
Ainhoa para certificarme de que ella está a mi lado. En esta vez yo
muevo de un lado para el otro y no toqué en nada. La habitación
estaba totalmente sin luz, en una plena oscuridad, encendí la luz y
a mi lado a penas estaba su almohada.
Me
levanto, me desperezo porque sin esto yo soy un auténtico zombi
caminando por esta casa y salgo de la habitación. Eran cinco y media
de la mañana de un Viernes gris en Madrid, en pleno mes de Marzo,
sin regalar la ciudad con las señales de la Primavera.
En
el momento en que estaba casi llegando a la puerta de la cocina, la
veo y os juro que aquel pijama que vestía es algo de precioso.
Camiseta de tirantes blanca, pantalones cortos llenos de encajes
negros, las dos prendas en tu tejido tan transparente que todo aquel
cuerpo, que me hace perderme en las mejores sensaciones que siento,
haz relucir aquellas curvas, curvas tan perfectas que ni el mejor
escultor del mundo puede hacerlas en sus obras.
Me
quedé parado un poco antes de la puerta, ella seguía con su vida,
quitando su taza del microondas, poniendo colacao en ella y mezclando
todo aquello con la cucharilla. Os digo que mismo estando aquel
estado, despeinada, en pijama y sin maquillaje, es una auténtica
diosa, ella lo es constantemente porque sino no me había robado el
corazón.
Tenía
ganas de agarrarla en eso momento y acariciarla lo más que pueda,
pero al mismo tiempo quería estar así, contemplándola sin parar,
contemplando desde su cuerpo hasta aquella sencilla taza que ahora
parecía que tenía algo de especial.
Pasaron
largos minutos sin ella darse cuenta que yo estaba allí mirándola
porque estaba con la espalda virada por mí. No fue por mucho tiempo.
Se gira con la taza en las manos y me avistó. Hizo una cara de
sorpresa y dibuja una sonrisa.
-
Qué haces despierto a estas horas? - me pregunta.
-
Eso pregunto yo a ti... qué haces despierta tan temprano?
-
Has olvidado que hoy tenía que despertarme más temprano para irme
al trabajo?
-
Es verdad! Me olvidé completamente... pero me vas a dejar solo en la
cama?
-
Que exagero! Son a penas unas horitas, no es una noche entera!
No
resistí a aquella cara que era una auténtica monada. Me acerqué a
ella y mis brazos cercaron su cintura que tantas veces me hizo
volverme loco en la cama, en noches de amor tan buenas y tan intensas
que no hay droga que sea más fuerte que aquello.
-
Es realmente necesario que tengas que irte más temprano tres horas
que lo normal? - y empiezo un juego de besos en boca, pasando muchas
veces por su cuello de aroma tan exclusivo y fabuloso.
-
Te lo digo que si no fuese tan importante como lo es, yo no estaría
despierta a estas horas, mi amor...
Todos
aquellos besos y demuestras de amor que me daba me llevaron al estado
de quererla, de tenerla en mis brazos sin ninguna interrupción, el
deseo de tomarla de los pies a la cabeza y dejar que ella me vuelva
loco, porque Ainhoa lo sabe hacerlo perfectamente.
La
agarré aún más fuerte, cara con cara, sin distancia, y con tan
solo una caricia en la espalda la tomé en mis brazos y me dejé
llevar.
Narra
Ainhoa
Pero
por qué cojones, por qué ostias o por lo que sea que yo no resisto
a esto chico ni una sola vez? Estoy desgraciada con Pablo! Y para
aquí estoy yo diciendo tonterías tras tonterías cuando la verdad
es que aquella taza de leche que tenía intenciones de beberla antes
de irme a vestir se quedó llena en la cocina y yo me fui perderme en
el cuerpo de Pablo en la habitación. No vale la pena, aquel chico me
pone fuera de mí y no hay nada ni nadie que lo vaya cambiar.
Porque
es solamente él que lo sabe cómo puede volverme en un estado de
locura tan loco que decir que estoy loca no es suficiente, porque él
sabe hacerme el amor de una manera tan bonita, intensa, larga y pura
que el cielo deja de ser el limite, el limite pasa a ser el infinito
y algo más, no hay tabús, no hay pausas, pero sí gemidos de
placer, caricias y besos constantes y declaraciones de amor tan
sinceras y sencillas que ni el mejor escritor de mundo puede
escribirlas en sus libros, son cosas tan espontáneas en el medio de
algo tan imprevisible y bonito que cada palabra que sale es amor por
completo.
Fui
callada a besos, muerta por las cosquillas, asfixiada de abrazos y
caricias, grité por el amor, mi cuerpo ha visto su lengua y sus
manos acariciándolo mientras la respiración era muy rara en aquella
habitación oscura, en el medio de aquellas sábanas blancas, por
encima de aquel colchón que tantas veces ya soportó el rozar de
nuestros cuerpos, la fundición de ellos, los gemidos, orgasmos y
gritos de nuestros nombres. Cuantas veces esto colchón fue arañado
por mis uñas porque Pablo por encima de mi cuerpo era el rey del
mundo y me llevaba a los lugares más paradisíacos de esto mundo!
Así
se pasaron horas, horas suficientes para hacerme correr como nunca
cuando por fin me fui a vestirme para irme al trabajo. Miré el reloj
y ya me encontraba cuatro horas retrasada. Me visto en una fracción
de minutos, recojo todo lo que necesito y salgo de casa corriendo.
Las
calles de Madrid nunca me han visto correr tanto como hoy estoy
corriendo. Los 15 minutos que normalmente son la duración del
“viaje”, se trasformaron en unos 7, ni yo en el gym corro con
tanta velocidad.
Entro
en la empresa corriendo, la recepcionista me mira muy sorprendida,
subo las escaleras en segundos y corro por aquel pasillo. Entro en el
escritorio y por fin un ratito de descanso que ya hizo ejercicio
físico suficiente para unos cuatro días, seguramente.
-
Joderrrrr! Dónde se metió Ainhoa? - grita mi jefe en el pasillo.
Me
espera un día muy intenso con un jefe completamente enfadado
conmigo. Él vaya perder la cabeza y ahí nada vaya ser bueno para mi
lado.
-
Ainhoa llegó ahora mismo corriendo! - grita alguien.
-
Pero ella está loca?! Alguien que la llame para irse a mi escritorio
que tendremos que tener una conversación muy seria!
-
Estoy jodida... - murmuro.
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