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viernes, 1 de agosto de 2014

52. Intimidada

Narra Ainhoa
Termino de comer el pan tostado en el bar del hospital y me subo al piso dónde está Pablo. Camino por el pasillo, llego a la puerta y escucho unas voces. Como la puerta estaba un poco abierta, intenté escuchar algo antes de entrar, pero aquella maldita se abrió por completo y ahí tuve que entrar.
En aquella habitación estaba Pablo... Pablo y sus padres... un aire muy frío se hace sentir en mi estomago, pero como ellos ya me habían visto, entro muy despacio, sin saber lo que debería hablar.
- Hola, buenas tardes... - saludo yo muy tímidamente.
- Hola, Ainhoa... - saluda Salvador.
- Pablo, me vas a explicar todo esto? - pregunta Elena.
- Pues... yo y Ainhoa... - empezó a sollozar - … yo y Ainhoa somos novios...
Elena me mira con una cara tan seria, pero tan seria, que me sentí completamente intimidada. Por qué coño las madres de los novios tienen eso maldito poder que con una sola mirada intimida? Dibujo una sonrisa disfrazada, miro a Pablo como quién quiere decir “Pablo, estoy siendo intimidada!”.
- Porque no me has dicho antes, hijo?
- Mamá, sabes como son las cosas... - y guiña su ojo para mí.
- Por lo menos, ya no eres así tan extraña para mí, no es verdad? - me pregunta Elena.
- Por supuesto que no... por lo menos ya nos hemos visto una vez... - le respondo.
- Perdonad, pero tengo que preguntaros una cosa: hace cuanto tiempo seguís siendo novios?
- Bueno, nos conocemos hace unos 11 meses... - digo - … y somos novios hace unos 7 meses, no? - miro a Pablo.
- Sí, más o menos... ya que estamos aquí, ahora también revelo que nos vamos a vivir juntos.
Por qué cojones Pablo decidió decir esto? No fue el caso de revelar esto pues tarde o temprano todo el mundo iba a saber, el caso fue la cara que Elena y Salvador han puesto cuando él ha dicho esto. Estaban muy sorprendidos y seguramente que ya estaban pensando cosas malas de mí.
Ahora sí, estaba definitivamente intimidada, de mi boca no salía nada ni uno solo ruido y tampoco salían las palabras. Suerte tuve yo que pronto llegó el médico y hizo con que aquel aire de pura tensión desapareciese por un rato. Nos dice que tendríamos que salir, que la hora de la cena estaba acercándose y por eso las visitas tendrían que salir.
Salimos los tres y los momentos embarazosos volvieran. Tenía que dar una buena impresión a ellos ya que he hablado muy poco, tan poco que seguramente Salvador extrañó. Cuando estuve trabajando en su proyecto él me he visto muy enérgica y hablaba casi constantemente.
En el ascensor, Salvador pulsa el botón para bajar y Elena le dice:
- Oye, tenemos que llamar el taxi...
Pues aquí tuve el momento perfecto para por fin demonstrar que no soy así tan callada y tímida como he demostrado antes.
- No necesitáis de llamar un taxi, yo os llevo a casa...
- Que no, Ainhoa! - dice Salvador – No queremos molestarte y seguro que tienes muchísimas más cosas para hacer...
- No es molestia ninguna! Yo os llevo sin ningún problema...
- Vale, entonces nos dejas en el apartamento de Pablo...
- Y Ainhoa? - interrumpe Elena – Ya vives allí, no?
- No, todavía estoy en mi casa... aún no he trasladado mis cosas...
El ascensor para y nos fuimos hacía el aparcamiento. Recojo las llaves de mi bolso, pulso el botón y mi coche enciende sus luces. Entramos en ello y seguimos rumbo al apartamento de Pablo. Yo nada hablé y ellos también no lo hicieron hasta yo aparcar el coche justo en la frente del apartamento.
- Hasta mañana, Ainhoa... - se despide Elena – Gracias por traernos a casa...
- No pasa nada... hasta mañana!
Y fin a esto! Puf, qué pedazo de día fue este, con tantos momentos embarazosos y todos ellos tan juntos que aún no me he enterado que sobreviví a todos ellos.

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