Narra
Ainhoa
Termino
de comer el pan tostado en el bar del hospital y me subo al piso
dónde está Pablo. Camino por el pasillo, llego a la puerta y
escucho unas voces. Como la puerta estaba un poco abierta, intenté
escuchar algo antes de entrar, pero aquella maldita se abrió por
completo y ahí tuve que entrar.
En
aquella habitación estaba Pablo... Pablo y sus padres... un aire muy
frío se hace sentir en mi estomago, pero como ellos ya me habían
visto, entro muy despacio, sin saber lo que debería hablar.
-
Hola, buenas tardes... - saludo yo muy tímidamente.
-
Hola, Ainhoa... - saluda Salvador.
-
Pablo, me vas a explicar todo esto? - pregunta Elena.
-
Pues... yo y Ainhoa... - empezó a sollozar - … yo y Ainhoa somos
novios...
Elena
me mira con una cara tan seria, pero tan seria, que me sentí
completamente intimidada. Por qué coño las madres de los novios
tienen eso maldito poder que con una sola mirada intimida? Dibujo una
sonrisa disfrazada, miro a Pablo como quién quiere decir “Pablo,
estoy siendo intimidada!”.
-
Porque no me has dicho antes, hijo?
-
Mamá, sabes como son las cosas... - y guiña su ojo para mí.
-
Por lo menos, ya no eres así tan extraña para mí, no es verdad? -
me pregunta Elena.
-
Por supuesto que no... por lo menos ya nos hemos visto una vez... -
le respondo.
-
Perdonad, pero tengo que preguntaros una cosa: hace cuanto tiempo
seguís siendo novios?
-
Bueno, nos conocemos hace unos 11 meses... - digo - … y somos
novios hace unos 7 meses, no? - miro a Pablo.
-
Sí, más o menos... ya que estamos aquí, ahora también revelo que
nos vamos a vivir juntos.
Por
qué cojones Pablo decidió decir esto? No fue el caso de revelar
esto pues tarde o temprano todo el mundo iba a saber, el caso fue la
cara que Elena y Salvador han puesto cuando él ha dicho esto.
Estaban muy sorprendidos y seguramente que ya estaban pensando cosas
malas de mí.
Ahora
sí, estaba definitivamente intimidada, de mi boca no salía nada ni
uno solo ruido y tampoco salían las palabras. Suerte tuve yo que
pronto llegó el médico y hizo con que aquel aire de pura tensión
desapareciese por un rato. Nos dice que tendríamos que salir, que la
hora de la cena estaba acercándose y por eso las visitas tendrían
que salir.
Salimos
los tres y los momentos embarazosos volvieran. Tenía que dar una
buena impresión a ellos ya que he hablado muy poco, tan poco que
seguramente Salvador extrañó. Cuando estuve trabajando en su
proyecto él me he visto muy enérgica y hablaba casi constantemente.
En
el ascensor, Salvador pulsa el botón para bajar y Elena le dice:
-
Oye, tenemos que llamar el taxi...
Pues
aquí tuve el momento perfecto para por fin demonstrar que no soy así
tan callada y tímida como he demostrado antes.
-
No necesitáis de llamar un taxi, yo os llevo a casa...
-
Que no, Ainhoa! - dice Salvador – No queremos molestarte y seguro
que tienes muchísimas más cosas para hacer...
-
No es molestia ninguna! Yo os llevo sin ningún problema...
-
Vale, entonces nos dejas en el apartamento de Pablo...
-
Y Ainhoa? - interrumpe Elena – Ya vives allí, no?
-
No, todavía estoy en mi casa... aún no he trasladado mis cosas...
El
ascensor para y nos fuimos hacía el aparcamiento. Recojo las llaves
de mi bolso, pulso el botón y mi coche enciende sus luces. Entramos
en ello y seguimos rumbo al apartamento de Pablo. Yo nada hablé y
ellos también no lo hicieron hasta yo aparcar el coche justo en la
frente del apartamento.
-
Hasta mañana, Ainhoa... - se despide Elena – Gracias por traernos
a casa...
-
No pasa nada... hasta mañana!
Y
fin a esto! Puf, qué pedazo de día fue este, con tantos momentos
embarazosos y todos ellos tan juntos que aún no me he enterado que
sobreviví a todos ellos.
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