Narra
Pablo
Mis
planos fallaran completamente. No pensaba que tendría que hacer uno
reportaje en que el periodista me acompañaría todo el día. No tuve
ni un segundo solo, siempre tenía el periodista junto a mí y no
tuve la oportunidad de llamarla.
Le
doy toda la razón por no aceptar el regalo y la carta, yo no cumplí
con lo que prometí y soy un auténtico fracasado por eso, un hombre
que no fue capaz de cumplir con lo que prometa y lo juró con
convicción.
Intento
llamarla pero siempre acabo en el buzón de voz. Ya estuve a la
puerta de su casa, me han dicho que ella está en Zaragoza en trabajo
y solo llegará hoy por la noche. Después de mañana tengo vuelo
para Argentina para empezar la gira por Latinoamérica , el tiempo es
poco y tengo que hablar con ella.
Me
quedo parado a la puerta de su casa, contando las horas para que
llegue. Todo el mundo me llama, pero no contesto a nadie mientras no
hable con ella.
Me
siento en el suelo, me levanto, camino de un lado para otro, miro
constantemente el ascensor que sube y baja, pero nunca para en esto
piso.
Apoyo
mi espalda a la pared, miro el techo y desespero por esta espera tan
grande. El ascensor suena el “tin” tan característico de cuando
para en el piso elegido. Por fin él paró en esto piso. Las puertas
se abren y ella sale, con su maleta de viaje en una mano y un bolso
en la otro. Sale del ascensor, las puertas se cierran y ella camina
cuando se da cuenta de mi presencia.
Se
acerca de mí, para en mi frente y casi con los ojos empapados de
lagrimas, me pregunta:
-
Qué haces aquí?
-
Necesito de hablar contigo...
-
Quieres decirme que ahora tienes tiempo para llamarme, eh?
-
Por favor, Ainhoa... déjame contarte lo que se sucedió!
Quita
las llaves de su bolso y abre la puerta. Me haz señal con la cabeza
para entrar y entro directamente en el salón. El el rincón junto a
la ventana estaba el piano que le regalé, el piano con que me ha
tocado la canción que decía que quería saber qué es el amor.
Ella
entra, pone su maleta y su bolso junto al sofá, me mira y respira
profundamente.
-
Ya puedes hablar...
-
Yo no te he llamado porque fui sorprendido... - le digo - ... yo te
lo juré que te llamaba porque pensaba que tendría ratos libres
entre las entrevistas, pero eso no se sucedió. No me han dicho que
iba a hacer una entrevista en que un periodista me acompañaría todo
el día... él me acompañó en todo, hasta en la furgoneta, no
estuve ningún minuto solo y por eso no te llamé... yo sé que la
carta que te escribí ni el collar iban a justificar lo que hizo pero
he mandado a Mariola entregarte eso para que supieses que no te
olvidé, que no te llamé por que no quiso.. yo quería llamarte sí,
lo quería de verdad, pero no pude...
Su
silencio haz mi corazón apretarse tanto que la respiración se
corta, yo la lastimé y eso es visible en su cara, dónde sus ojos
hacen un esfuerzo tremendo para no dejar salir las lagrimas.
-
No tienes idea de lo que sentí, Pablo... yo me descontrolé tanto
que perdí el rumbo de lo que estaba haciendo y el resultado fue
llegar esta mañana a Madrid, irme directamente a lo escritorio y por
la primera vez en mi vida tuve que decir a mi jefe que no terminé el
trabajo, que perdí el control, que me desconecté de todo... -
cierra los ojos, aprieta sus labios y sus lagrimas caen sin parar - …
mi lastima es tan grande que yo no sé si debo creerme en tus
palabras, si debo no creerme, no sé...
-
Yo te estoy diciendo la verdad... créeme... ni que yo tenga que
cancelar la gira para probar que te estoy diciendo la verdad... yo lo
hago...
-
No digas tonterías...
-
Yo hago lo que quieras para te probar que estoy diciendo la verdad...
dime lo que tengo que hacer, yo lo hago...
Se
gira, se pone de espalda y escucho su lloro intensificarse. Me
despedazó el corazón, mis lagrimas se caen por verla así, me
acerco a ella y Ainhoa se giró de nuevo.
-
Perdóname... - le digo.
Me
abrazó, apoyó su cabeza en mi hombro. El mundo paró completamente
en eso momento, aprisiono su cuerpo entre mis brazos y le aprieto lo
más que puedo.
-
No llores, princesa...
-
Pero tu estás llorando también...
-
Yo estoy lloro para que tu no llores tanto... si compartimos las
lagrimas es mejor, así no sufres tanto...
-
Así me haces llorar aún más!
Ella
me mira con sus ojos llenos de lagrimas. Sus ojos, dos ojos, dos
estrellas, porque en cada ojo hay un brillo especial. Son mis ojos,
mis estrella porque ella es mi estrella porque su brillo ha iluminado
mi vida.
-
Un hombre no llora... - me dice.
Con
sus manos suaves que las puso en mi cara, limpia mis lagrimas y
acaricia mis mejillas.
-
Solo no lloran los hombres que no sienten el amor... - le digo.
-
Hombre, ya es suficiente verte emocionar en los escenarios... - me
regala una sonrisa tímida.
-
Si lloro es de felicidad y esa felicidad está ante mi limpiando las
lagrimas de mis ojos...
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