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domingo, 13 de julio de 2014

33. Cañonazo de sentimientos

Narra Pablo
- Me vas a decirme dónde nos vamos? - Ainhoa se muere de tanta curiosidad.
- En poco tiempo ya vas a saber...
- Si tu haces alguna locura, yo no sé que te hago... me escuchaste bien?
- No te preocupes...
- No me preocupo? Cómo no, Pablo? Yo no sé dónde me estás llevando, eh?
- Tranquila... - le sonrío – No es nada de malo... mira, ya estamos llegando...
El coche para, yo salgo primero y abro la puerta del otro lado para que pueda salir. Ella sale del coche y empieza a mirar al rededor de sí. Ella me señala con el dedo para la casa y me pregunta:
- Me vas a explicar todo esto?
- Sí, pero primero tienes que entrar en la casa... anda, dame la mano... - agarro su mano y caminamos hacía la puerta de la casa antigua que era hermosísima.
Ella abre la puerta y yo dejo que entre sola para ver su reacción. Gira su cabeza de un lado para otro, de arriba para abajo y de abajo para arriba, viendo con toda la atención todo.
- Uau! Esto es...
- Te gusta? - la interrumpo.
- A mi no me gusta... a mi me encanta todo esto...
- Pero todavía no has visto lo más importante...
- Hay algo más importante que un salón con vistas a la playa?
- Sí... yo te voy a enseñar...
Subimos las escaleras y deslizo la puerta para abrirla. Allí le esperaba la grande habitación con una vista de sueño.
- Yo no sé que decirte, cariño... - esperad ahí un poco, Ainhoa me la llamado de cariño? Ahora me sorprendí.
- Pues no digas nada... - la agarro por la cintura y empiezo a besala sin parar – Quiero sentir el calor de tus labios y el estremecer de tu cuerpo perfecto... - le susurro.
Con sus manos quita mi camiseta, desabrocha mis pantalones cortos y nos tumbamos sobre la cama.
Luego trato de quitarle su falda y su camiseta y nos quedamos con la ropa interior que no tardó en salir de nuestros cuerpos también.
Acaricio y beso su cuerpo, sin dejar pasar por las zonas prohibidas, dónde se sueltan los gemidos más calientes y sinceros que jamás escuché.
- Quiero que seas mía, para siempre... - le susurro.
- Yo soy totalmente tuya desde el día en que entregué a tí.... - mi piel se eriza, miles de escalofríos y calentamientos se mezclan y me dejan en el paraíso.
Mis latidos parecen un cañonazo de sentimientos que se reparten por todo mi cuerpo a través del amor. Mi lengua viaja por su piel, muerdo suavemente, acaricio cada curva y cada centímetro de piel.
Explotamos y gemimos de placer a cada segundo, gritamos por el éxtasis y por la locura, nuestros cuerpos hacen uno solo cuerpo, se fundieron de la manera más mágica. Desde aquella cama volamos hasta un paraíso solamente nuestro y de nadie más.

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