Narra
Pablo
Segunda
mañana en que me despierto pensando en ella. Segundo día en que mis
pensamientos son de ella y de nadie más. Me visto y mientras lo
hago, escucho mi padre hablando por el teléfono desde el móvil:
-
Qué pasa con Ainhoa? - unos segundos sin hablar, escuchando lo que
decían – No pasa nada, todos tenemos nuestros problemas... claro,
hoy no necesita de aparecer en el escritorio, dile que tiene el día
libre, que relaje...
Algo
está pasando con ella y para mi padre darle el día libre, cosa
buena no es por cierto. Decido irme al apartamento, no soporto pasar
un día más sin verla y ahora que sé que algo está pasando, tengo
que verla.
Me
fui hacía el apartamento, el timbre suena muchas veces, pero la
puerta no se abre. No estaba en casa y ahora? No tengo su numero de
móvil y no tengo ni idea dónde se fue. Tal vez esté en la playa,
pero con tantos kilómetros de playa, cómo la encuentro?
Camino
junto a playa cerca del apartamento y nada. Pierdo la esperanza,
camino ya con la idea de que si no la encuentro en el apartamento no
la encontraré en más ningún lugar.
Una
mujer pasa por mi corriendo, con equipamiento deportivo. Conocía
aquel pelo marrón de algún lado, era Ainhoa. Ainhoa acabara de
pasar por mí sin darse cuenta. Empiezo a perseguirla, corro
manteniendo alguna distancia.
Después
de correr unos quince metros, Ainhoa para, se va hacía el muro que
separa la arena de la calle y se sienta. Pone sus manos en su cara,
pareciendo que estaba llorando.
Paro,
camino hacía ella, me siento a su lado y no hablo nada. Ella hizo lo
mismo y así estuvimos unos dos minutos, en un silencio que tenía
ganas de hablar.
-
Te gusta jugar de espía, eh? - pregunta ella sin quitar la mirada
del mar.
-
Cuando vale la pena, sí, me gusta...
-
Muy bien... como supiste que estaba por aquí corriendo? - ella habla
para mí y no me mira. Increíble. Lo mismo no hago yo, que la miro
sin parar.
-
Te encontré por casualidad...
Ella
se rió:
-
Qué buscas? Supe que hace una hora estuviste a la puerta de mi
casa...
-
No voy a desistir mientras no te conozca...
-
Quieres conocerme? Ya sabes mi nombre, ya hablamos anteayer...
-
No es suficiente...
-
Podemos hacer un trato si quieres... - me propone.
-
Dime...
-
Yo me presento ahora mismo y tu dejas de perseguirme, qué te parece?
-
Tengo un trato mejor... tu te presentas, yo me presento y tomamos un
café...
-
No necesitas de presentarte, pero cuanto al café, soy capaz de
aceptar, pero... - por fin me miró - … te lo diré si acepto o no
después de presentarme...
-
Hecho... es para cumplir, eh?
-
Vale... a ver... - respira profundamente y mira de nuevo el mar - …
me llamo Ainhoa Martínez Sierra, nací a veinte y cinco de mayo de
1989 en León. Mi padre es general en el ejército, mi madre era
enfermera pero ya está jubilada. Así como tu, soy la más pequeña
de tres hermanos. Mi hermano mayor se llama Mario, tiene más seis
años que yo y es fisioterapeuta. Mi otro hermano tiene más tres
años, se llama Pedro y es ingeniero químico...
Yo
nada digo. Solamente escucho lo que tiene para decirme.
-
Yo actualmente soy gestora de patrimonio, estudié Política,
Historia y Filosofía en Ginebra. Hablo siete idiomas...
-
Siete idiomas? - me sorprendí.
-
Sí... hablo castellano, catalán por que viví en Barcelona casi dos
años, latín, francés, italiano, alemán y inglés... siempre
estudié en colegios privados, en los mejores de España y bueno... -
paró por un rato – Me gusta correr, hacer deporte, tengo miedo de
piscinas, no sé nadar... - una lagrima cae un su cara.
-
Qué pasa? - pregunto.
Nada
me respondió. Bajó la cabeza y puso sus manos en la cara.
-
Lo siento... - dice.
-
Qué ha pasado?
-
Nada... no aguanto estar aquí... - se levanta y se va, sin ninguna
justificación. Fue por algo que he dicho o que hizo? O entonces qué
pasa con ella? Qué pasa con esta chica que cuanto más la conozco,
más la quiero?
La
persigo de nuevo por las calles, siempre manteniendo mi mirada en
ella para que no la pierda. Pero cuando atravesó para el otro lado
en una calle, la perdí, dejé de verla.
-
Mierda! - me enfado. Golpeo una pared con la rabia, la perdí de
nuevo. Estuve casi a punto de decirle lo que sentía, pero justo en
eso momento ella decidió alejarse. Parece que adivina cuando voy a
decir lo que siento.
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